Ciencia de la gobernación de un Estado o nación, y también un arte de negociación para conciliar intereses.
El
término proviene del latín politicus y este
término del griego politiká, una derivación
de polis que
designa aquello que es público, o politikós, que significa
'civil, relativo al ordenamiento de la ciudad o los asuntos del ciudadano'.
El
significado de política es muy amplio y está relacionado, en general, a lo que
se refiere al espacio público.
En la ciencia política,
se trata de la forma de actuación de un gobierno frente a determinados temas
sociales y económicos de interés público: la política de educación, la política
de seguridad, la política salarial, la política de vivienda, la política de
medio ambiente, etc, las cuales se generalizan en el término políticas públicas.
El sistema político es una forma de gobierno que
engloba las instituciones políticas para gobernar una nación. La monarquía y la
República son los sistemas políticos tradicionales.
Dentro
de cada uno de estos sistemas puede haber variaciones significativas a nivel de
organización. Existen varios tipos de ideologías políticas, como el
totalitarismo, el conservadurismo, el socialismo, el liberalismo, el
nacionalismo, el anarquismo, etc.
Es un quehacer ordenado al bien común. Es la ciencia social que estudia
el poder público o del Estado. Promoviendo la participación ciudadana al poseer
la capacidad de distribuir y ejecutar el poder según sea necesario para
garantizar el bien común en la sociedad.
La historia política es la narración y análisis de los hechos, ideas, movimientos y líderes políticos. Se suele estructurar en torno al Estado-nación. Puede considerarse a Leopold von Ranke (Alemania, siglo XIX) como el primer historiador que concibe una historia política científica.
UN MUNDO SIN POLÍTICA UN MUNDO A LA DERIVA
Según Camilo Augusto Torres, usualmente escuchamos como la generalidad de las personas dicen, a mí no me importa la política, eso no es algo de mi incumbencia, no creo en la política, la política no sirve para nada; podríamos decir que son razonables todos estas afirmaciones, pero no aceptables. Todos esos razonamientos son fruto de los comportamientos y estilo de vida de los mal llamados “políticos”, que nos ha tocado ver actuar a lo largo de nuestra vida, pero nada más lejos de lo que es y debe ser un político. Son sus comportamientos los que han ido creando en la gran masa social la concepción de lo que es la política y por ende de lo que es un político, y estos lo único que hacen es desvirtuar la realidad día a día, pues lo único que buscan es su propio interés y beneficio así en campañas para conseguir electores pregonen su interés por el bien de la colectividad. Los anteriores planteamientos imponen que miremos lo que de verdad es la política y la cual no es otra cosa que la búsqueda del bien común; nosotros según Aristóteles somos animales políticos, de ahí que toda acción humana sea, sea una acción política, ahora lo bueno o lo malo de dicha acción depende del éthos de quien la ejerce. Un verdadero político es un ser con principios, valores y convicciones morales, que lo orientan en su devenir histórico que guían su vida hacia su realización una personal y hacia la realización de la comunidad, ya que es consciente que si esta no se realiza, su realización, la de él, se puede trucar. Lo razonamientos hasta aquí presentados, hacen que veamos en la política un instrumento de desarrollo integral no solo individual, si no social y comunitario, si lo miramos desde esta perspectiva y nos involucramos y por ende nos comprometemos la sociedad y el mundo cambiaran, pues verán la realización de sus ideas y la satisfacción de todas sus necesidades. Sea pues esta una razón para que a partir de hoy no solo nos interesemos en la política, sino que tómenos la decisión de participar en ella bien sea como elegidos o como electores, pero siempre conscientes de que es el bien común el que buscamos a través de ella.
Una sociedad sin política
La sucesión de desordenados
acontecimientos políticos y de sucesos económicos desencadenados
está llevando a una crisis del
pensamiento ideológico en la ciudadanía.
Los sentimientos de desamparo, de abandono, de derrumbe, la percepción de que no existe una solución al alcance y
segura, afecta al funcionamiento ordenado de la sociedad y a la democracia.
La sucesión de desordenados acontecimientos políticos y de sucesos económicos desencadenados está llevando a una crisis del pensamiento ideológico en la ciudadanía. Los sentimientos de desamparo, de abandono, de derrumbe, la percepción de que no existe una solución al alcance y segura, afecta al funcionamiento ordenado de la sociedad y a la democracia. Algo así enunció, aunque de manera algo imprecisa, Ullrich Beck en su libro La Sociedad del riesgo.
Comenzando la segunda década del siglo XXI, España encara
el mayor crash de empleo y económico que ha sufrido en su historia (si
exceptuamos las consecuencias de la Guerra Civil). Inquietante es además la anomia en que día a
día se van quedando las personas ante unas instituciones ferozmente gobernadas
por políticos y funcionarios de políticos. Al amparo del estatus adscrito que
ha venido comportando de un tiempo a esta parte la actividad pública, éstos
usan y abusan de la democracia que les sirve de coartada. Así, la política de
ahora, cáscara vacía de las ideas, se ha convertido solo en un instrumento de
difusión de mensajes que no contienen más que notificaciones. Pero comunicar
política no supone en modo alguno manifestar un
pensamiento cuando éste no se acompaña de una serie de certidumbres
sobre tradiciones. Los políticos y los que comunican consignas políticas están
dejando atrás nociones estables, esto es, conceptualizaciones, por decirlo en
términos de Koselleck, sobre la libertad, la igualdad, el poder, el Estado, la nación, la ética pública, etc. La ciudadanía, a día de hoy, no sabe muy bien
a qué atenerse cuando desea ser libre, no conoce una idea de igualdad
equilibrada sobre la que proyectar su existencia, ignora qué es, dónde empieza
y en qué se sustancia la nación o el Estado y por supuesto, desconfía de
cualquier ética ciudadana que se fundamente en intangibles como la solidaridad,
el respeto, la tolerancia o el amor.
Cuando la persona es menoscabada por unas élites políticas que la consideran expresionismo abstracto y medio para medrar aspiraciones, el resultado es el debilitamiento extremo de la ciudadanía como ethos político. Estas élites no pueden, por el hecho de estar en un partido o en una asociación política, adquirir una posición privilegiada sobre los demás activando mecanismos de información (siempre sutiles y misteriosos) y privilegios (siempre opacos) que otras personas no pueden alcanzar. ¿Cómo se produce la movilidad social en España? ¿Cuál es el grado real de transparencia en las becas o en los concursos públicos? ¿Son públicas las decisiones de los poderes del Estado? ¿Es transparente la concesión de puestos de trabajo en determinadas instituciones públicas y académicas? ¿Se asegura la igualdad efectiva entre los ciudadanos independientemente en el territorio en el que residan?
Se trata de un problema de la política claro está, pero su causa no es estrictamente pública. Tiene que ver también con el modelo de sociedad de la comunicación que se está imponiendo de manera ortodoxa entre nosotros. Los modelos empresariales, las operaciones comerciales a gran escala sin normas, las nuevas vías de socialización, la reducción de los espacios públicos de debate y realización inter-cultural, por ejemplo, lastran la reflexión dialogada. La ausencia de política en una sociedad democrática supone, por lo tanto, un problema también de retórica cuando el impacto de los hechos imposibilita siquiera apreciar y valorar la verdadera dimensión de las ideologías políticas. Cuando el hecho se sustituye por el modo en que se comunica, éste queda subsumido como un problema estrictamente de políticos y no político. La necesidad de lanzar mensajes sin tener plataformas estables impide comprobar la veracidad de la información (sea económica, histórica o política). Al final lo que queda de lo que procesamos como política, es su efecto y, por este motivo, el tratamiento de la información - del tipo que sea - deben hacerla los profesionales, al igual que las sentencias la tienen que hacer los jueces, la poesía los poetas, la información los periodistas, y la historia los historiadores. Todas estas actividades constituyen elementos de política y, por esta razón, cualquier profesional tiene una soberanía, una majestas como lo expresó Hobbes en Leviatán, sobre la sociedad. Si la sociedad renuncia a su responsabilidad como forjadora de la política y de los políticos, si la ideología se sustituye por una mera comunicación de subjetividades, no solo desaparece la política como tal, sino que la propia sociedad se verá reducida a relaciones de conveniencia. De manera que la comunicación no puede ser más que propaganda, que, por supuesto, debe existir, pero no a costa de sustituir la ética de la política que contiene cualquier tipo de actividad profesional.
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